La Atari VCS, también conocida como Atari 2600, es la consola de la que tengo mayor predilección entre todas las que han pasado por mis manos. Una consola con una personalidad e historia únicas en la que voy a contar, desde el punto de vista de aficionado, lo que ha significado para mí a lo largo de todo este tiempo.
Atari VCS en los 80
Mi primer contacto con la Atari VCS fue igualmente mi primer contacto con los videojuegos. Allá por los lejanos años 1984 o 1985, fue en casa de un primo mío cuando descubrí la flamante Atari con su frontal de madera y seis cartuchos. Todavía me acuerdo de sus títulos: Combat, Asteroids, Pac-man, Defender, Space Invaders y Missile Command, adornados con llamativas ilustraciones y diseños tanto en sus cajas y manuales, que llamaban la atención tanto como las imágenes de vídeo que desfilaban por el monitor al conectar alguno de estos juegos.
Cada juego era una experiencia y desafío diferente, mi inexperiencia como jugador hacía que superar aunque fuese la primera pantalla del Space Invaders fuera todo un reto. Cuando se iba aprendiendo a dominarlos, cada uno incluía una cantidad de variaciones suficiente para que no nos aburriéramos demasiado pronto con el juego, gracias a esos enormes switches que tenía incorporadas la frontal madera. Particularmente del Defender disfrutaba tanto defendiendo la ciudad como destruyéndola completamente, y la animación de cómo los humanos eran abducidos me parecía sencillamente fantástica. Una curiosidad sobre este juego es que años más tarde cuando conocí al fin el arcade del Defender original, me decepcionó algo ver que se desarrollaba en un planeta lejano en lugar de la batalla en plena ciudad.
Estos fueron los primeros títulos que jugué en la Atari VCS.
Al poco tiempo descubriría las máquinas recreativas, que estaban a años luz de lo que la Atari era capaz de mostrar, y finalmente tuve al fin mi propia máquina, un Amstrad CPC con monitor en fósforo verde, que me permitía descubrir el mundo de la informática además de jugar. Con ello la Atari VCS quedaría prácticamente olvidada, o realmente no, ya que mi primo se pasó al Spectrum dejando abandonada la consola, y yo aprovechaba cuando podía para que me la prestase. Con la Atari tenía dos ventajas, podía conectarlo a una TV en color y sus juegos me parecían más rápidos que los del CPC. Los juegos para la Atari 2600 eran testigos de la edad de oro del arcade, aquí lo principal era la acción frenética añadiendo en muchas ocasiones una temática del espacio o futurista siguiendo la moda por la ciencia ficción, y donde lo único que importaba era prácticamente disparar y obtener la mayor puntuación posible. Frente a su simplicidad exigían una habilidad y ritmo no presentes en otros estilos más complejos que dominaban ya en la segunda mitad de los 80, como por ejemplo el de las aventuras.
De todas formas en plena ‘generación Spectrum’, la Atari era ya algo del pasado, de hecho no tenía cobertura en revistas como Micromanía, salvo alguna publicidad ocasional. Afortunadamente, junto a los juegos iniciales, tuve la oportunidad de probar otros como Cosmic Ark (el fondo de estrellas era un efecto impresionante) y Demon Attack, ambos de Imagic, Estos junto con algunos de Activision conseguían mejorar el apartado técnico medio de los juegos para esta consola. Aunque tardíos me hicieron ver que todavía tenía pendiente mucho por descubrir.
Atari en los 90
Los principios de los años 90 fueron unos años de transición principalmente de los 8 a 16 bits, sobre 1992 los 8bits ya habían cedido y de la incertidumbre previa del cambio se pasó a mostrar claramente el camino: las consolas de 16bits y el PC. Por mi parte pensé que con tanto cambio, si quería preservar el legado histórico del videojuego debía conservarlo por mí mismo. Empecé preguntando entre familiares y amigos para tratar de recuperar material pero lamentablemente la mayoría se había ya deshecho de los mismos, hasta que finalmente un amigo del instituto tenía una Atari guardada y tras mucho insistir para que la buscase, conseguí que me la regalara.
Al fin tenía la consola funcionando y una cantidad inicial de juegos, una emoción inicial que posteriormente pasaba a quedarse pequeña. No podía quedarme estancado, era la hora de buscar más material y ampliar la colección, explorar y recopilar la mayor información posible.
El escenario por entonces era principalmente la falta de información, pero observé que cada juego tenia asignado un numero, normalmente indicado en la parte inferior del cartucho y también en las cajas. Por ejemplo el Combat tenía el CX2601, el Pac-man el CX2649, así que empecé a anotar una lista para ir completándola. Anotaba el título, número y la fecha del copyright. Cada juego nuevo que conseguía aportaba además una valiosa información para ir completando los huecos de dicha lista. Las preguntas lógicas que me surgían como consecuencia, ¿Cuántos juegos habrían salido? ¿Hasta qué fecha se produjeron realmente juegos? servían de motivación para seguir buscando.
Para entrar en situación, todo ello sucedía en una época en donde lo retro ni estaba de moda ni importaba, incluso espontáneos que pasaban por casa se sorprendían por la conservación y utilización de dicho material. Lo retro era de risa y yo pensaba que tal vez era el único loco que tenía interés por esto, pero que cojones, realmente disfrutaba dedicándome a esta arqueología digital recopilando información y recuperando material. Insisto, olvídate de Internet, de publicaciones especializadas salvo breves artículos, o de contar con otros aficionados, lo único que existía era lo que iba recuperando y nada más. No conseguir llevarme un determinado cartucho podría significar perder esa posible única copia para siempre.
Respecto a los ‘foráneos’ a veces tenía su recompensa en forma de donaciones, como cuando al ver mi interés me regalaron el Real Sports Boxing, juego del que desconocía su existencia, aparte de otro tipo de experiencias. Por ejemplo el hermano mayor del que me regaló mi primer Atari por ejemplo, me preguntó si tenía el Superman. Ante mi respuesta afirmativa, no dudó en echarse una partida y pasarse el juego del tirón, haciendo un longplay en directo cuando yo por entonces no me enteraba de lo que había que hacer.
Pero las principales fuentes de material empezaron a ser ir al rastro o explorar sitios como videoclubs. Lejos de lo que se pueda pensar, no todo era sencillo o barato por entonces. Apenas había material, de lo poco que se encontraba se añade que el dueño no solía tener interés en vender. En un videoclub en concreto tuve que insistir varias veces para conseguir juegos usados para alquiler y nuevos que tenía abandonados. Los nuevos que rescaté allí fueron Defender II y Joust, en edición roja, de los que no me arrepiento haberlos desprecintado en su momento.
En otras ocasiones era caro, a veces te encontrabas chollos, como conseguí Off the Wall completo, juego muy poco común por sólo 100 pesetas, pero cuando te pedían 500 o más por un cartucho pelado se antojaba caro para mi bolsillo de entonces (ahora sin embargo 3€ parece todo lo contrario).
Naturalmente había sus recompensas. Recuperar Berzerk fue una odisea, consiguiendo un cartucho con la pegatina descolorida y desgastada, que me recordaba a la fotografía de Sarah Connor en Terminator. Aun así la portada me daba buena sensación con estilo a ciencia ficción clásico, y me preguntaba en el trayecto a casa cómo sería el juego. Era interesante la sensación de llevar un juego completamente desconocido en las manos y desear llegar a casa para probarlo, ahora lo más seguro que lo hayas probado antes en emulador, leído artículos y visto mil vídeos sobre el juego, pero por entonces descubrir juegos de esta forma te hacía sentir como un verdadero Indiana Jones de lo digital.
Naturalmente los cartuchos aguantan como tanques, el juego funcionaba pero la imagen no se veía correctamente en mi televisor. Con Berzerk aprendí que había cartuchos en formato NTSC y que no todas las TV de tubo de entonces soportaban los 60Hz, especialmente las más antiguas. Cuando conseguí verlo correctamente en otro televisor Berzerk fue una revelación, la sensación de ir luchando contra robots en laberintos interminables era fantástica, tenía un sabor auténticamente clásico y ahí estaba yo recuperando un juego del olvido. Se convirtió inmediatamente en uno de mis títulos preferidos para la 2600, y aunque haya conseguido otras copias en mejor estado ese cartucho en concreto lo sigo conservando simplemente por los recuerdos asociados al mismo.
Berzerk no fue el único juego destacable entre el irregular catálogo de Atari, juegos como Jr. Pac-man y Dig Dug, donde éste último contaba con su propia pantalla de presentación, un lujo que no se solían permitir, eran pequeñas joyas que te hacían comprender la pequeña evolución con respecto los primeros títulos de la VCS, ya que si estabas acostumbrado a este sistema notabas diferencias entre las primeras ROMS de 2K y 4K frente a las posteriores de 8K y 16K de ROM.
También terminaría adquiriendo la muy común Atari 2600 Jr. modelo de bajo coste con un diseño completamente distinto al original, y que incluía el tan famoso 32 in 1, ese cartucho con etiqueta verde que todos los que tuvieron una Atari entre finales de los 80 y principios de los 90 recuerdan. Siempre me pregunté si al venir con la consola no existía alguna versión en caja para este cartucho, cuya respuesta no me vino hasta muchos años después. De esa época también coexistieron los numerosos clones tanto de consolas como de cartuchos multijuegos, siempre con una peor calidad rozando lo lamentable.
Mientras tanto conseguía más material, descubría juegos, distintas ediciones, desde las cajas de colores, hasta las ediciones en color gris/plata y rojo, sin embargo nuevamente se quedaba pequeño, pero esa sensación de estancamiento cambiaría completamente con la llegada de Internet …
Continuación desde los 90 hasta la actualidad: https://retrolaser.es/atari-vcs-2600-los-90-hasta-hoy/